Era una noche donde la llovizna baña la ciudad. Después de un largo día de mil vueltas, estaba yo tranquilo recostado en mi cama leyendo un libro. Esta vez le había tocado el turno a uno de esos que se apilan en las estanterías esperando ser descifrados por el lector, uno que encierra el misterio del escritor en líneas confusas que van y vienen, que cuentan y no cuentan que esta pasando. Este libro me desquicia pero a la vez me atrapa.
Para la decima página, yo tenía el atado de cigarrillos vacio y mi botella encerraba 2 dedos de agua. Una situación insostenible para mis nervios, por lo que coloqué el señalador en la pagina por la que estaba y cerraré el libro. Me levante de la cama, tome un par de medias del canasto de ropa sucia y me calcé, tomé dinero y mi campera de lluvia.
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